Bodegas Fariña, tres generaciones dedicadas a la cultura del vino

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Cuando Salvador Fariña decidió dejar la pequeña localidad de Porto de Sanabria (Zamora) en busca de un futuro mejor para su familia, seguro que no pensó que su legado iba a tener la trascendencia que tiene actualmente ni que sus nietos iban a continuar con él. Pero así es. En 1941 Salvador fundó la bodega en Casaseca de las Chanas, coincidiendo con la llegada al mundo de su quinto hijo, Manuel, actual propietario de Bodegas Fariña.

Allí puso en marcha un pequeño negocio de compra-venta de vino a granel. Poco a poco, Salvador fue plantando viñedo e introduciéndose cada vez más en el mundo del vino. El pequeño Manuel, el menor de los cinco hermanos, se metió en el negocio con su padre y creció conociendo todos los secretos de este sector. Fue el único de los hermanos que continuó con su padre en el negocio.

Con 25 años, Manuel Fariña se marcha a Utiel (Valencia) a estudiar enología y cuando regresa a Casaseca lo hace con la firme intención de potenciar el negocio paterno, que ya había alcanzado cierto peso en el mundo del vino. La pequeña bodega, que producía alrededor de 35.000-40.000 litros, aumenta considerablemente gracias a la implicación de Manuel. Enseguida se dio cuenta de las posibilidades que ofrecía la uva de Toro y empezó a trabajar para conseguir que los consumidores olvidaran el sambenito que los vinos de Toro habían arrastrado hasta entonces: eran conocidos como “vinos de masticar” o “vinos de cuchillo y tenedor” por las características que tenían (mucho grado de alcohol y muy recios).

Manuel Fariña se convirtió así en uno de los primeros en mover los hilos para establecer en Toro una denominación de origen. Fue el primer presidente del Consejo Regulador de Toro y en paralelo, se estableció en la zona construyendo la actual bodega, en 1987.

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Importantes cambios en la vinificación

Se sabe que los romanos vinificaron en la zona de Toro, que los vinos viajaron con Colón a América, que en el S. XIV se prohibió en Sevilla la venta de vino que no fuera de Toro …sin embargo, los consumidores, fueron apartando estos vinos en favor de otros más fáciles de beber.

Y Manuel Fariña se puso manos a la obra para cambiar el destino de los vinos de Toro. Vio claro que vinificando de forma distinta se podía hacer un buen vino, del agrado del consumidor general.

“El primer paso fue convertir al agricultor en viticultor, haciéndole entender la necesidad de plantar viñedos en los terrenos adecuados”- explica Miguel de Lamadrid, director comercial de Bodegas Fariña. ”Hasta aquel momento, el agricultor solía plantar cepas en aquellos terrenos que no valían para otro tipo de cultivos, como el cereal, por ejemplo. La atención que prestaba a la viña era muy escasa ya que el resto de cultivos demandaban más cuidados; además las vendimias eran muy tardías, alrededor del 12 de octubre, así que la uva estaba sobremadurada y tenía un exceso de azúcar y por lo tanto alcohol. Cuando la uva llegaba a la bodega, en muchas ocasiones la pisaban sin despalillar, se metían en los depósitos y se dejaba macerando a veces hasta diciembre (60-90 días de maceración) porque tenían que volver a las tareas del campo, ya que era de nuevo época de siembra. Además hay que tener en cuenta que no existía ninguna forma de controlar la temperatura”.

“Hoy en día se presta una gran atención al terreno donde se va a plantar la viña y se vendimia en el momento óptimo de maduración, lo que supone adelantar casi un mes la vendimia con respecto a nuestros antecesores, ya que tiene lugar alrededor del 20 de septiembre que es cuando el punto de maduración de la piel está en su momento adecuado. Con eso hemos conseguido bajar el grado, que antes se movía entre 16 y 19 grados y actualmente estamos entre los 13-15 grados. Y por supuesto, ajustamos tiempos y temperaturas de fermentación”.

Con estos pasos, en Fariña han conseguido pasar de aquellos vinos recios y alcohólicos a los vinos actuales, muchos más adaptados al gusto del consumidor, más agradables, golosos, que inviten a una segunda copa pero sin perder la tipicidad de la variedad de la que parten: la Tinta de Toro.

La tercera generación ya está en la bodega

Como suele ocurrir en los negocios familiares, la siguiente generación en tomar las riendas trabaja a fondo para conseguir mejorar los retos que le deja la anterior. Manuel Fariña hijo, conocido por todos como Manu, es ingeniero agrónomo, con lo que el cuidado de las viñas está en las mejores manos. Además, es la representación de su generación dentro de la bodega; en las reuniones él siempre plantea las necesidades que ve en las nuevas generaciones y que no están cubiertas en el sector del vino; así, con su aportación, en Fariñas han sido conscientes de que las bodegas, en general, siempre han ido buscando un consumidor de cierta edad, y que además fuera casi un profesional del vino.

“Actualmente desde la bodega se está haciendo un esfuerzo por llegar a ese público más joven que supone la continuidad del consumo y por lo tanto la supervivencia del mercado”- afirma de Lamadrid-. “Al público joven no se llega con vinos demasiado Farinas_primero_devinospotentes sino con vinos agradables y fáciles de consumir. Por ejemplo hemos elaborado un blanco con variedad 100% malvasía,  Colegiata Blanco, que es muy afrutado y suave, y es perfecto para este tipo de consumidor. También un rosado con Tinta de Toro, Colegiata Rosado, muy agradable de consumir y de combinar, con aromas y sabores de fresas. Y, por supuesto, nuestro vino de maceración carbónica, Pr1mero,  también es consumido por gente joven”.

 

Pioneros en trasladar la bodega a la viña para vendimiar

Fariña tiene alrededor de 330 Ha propias de viñedo, casi todas ellas de la variedad Tinta de Toro y plantadas en espaldera. Además compran la producción de 25 viticultores de Morales de Toro, que es viñedo de entre 50 años y 100 años. Toro es la zona de España que más viñedo prefiloxérico tiene, ya que debido a las características de la tierra la filoxera no penetró y se conserva mucha viña de más de 100 años.

Cuando llega la época de la vendimia, en Fariña se produce una auténtica revolución, ya que “somos pioneros a la hora de vendimiar porque trasladamos la bodega a la viña; tenemos dos “trenes de vendimia” que consisten en dos remolques donde cargamos en cada uno de ellos una torva de recepción, una despalilladora y una estrujadora. Llevamos también cisternas a las que previamente hemos dejado el ambiente inerte y bajado la temperatura. Con esto conseguimos en no pasen más de 25 minutos desde que cortamos la uva de la cepa hasta que la uva está despalillada, estrujada y en un ambiente inerte. La uva no sufre ningún proceso de transformación que nosotros no controlemos, evitando por ejemplo oxidaciones no deseadas”.

Fariña y el arte

Preocupados siempre por promocionar la cultura del vino dentro y fuera de nuestras fronteras, en Fariña recibieron hace años un encargo de manos de un importador holandés: fabricar un vino de maceración carbónica. Este vino, comercializado con el nombre de Pr1mero, reproducía en sus etiquetas cuadros de artistas internacionales, que eran enviados por el importador holandés directamente a la bodega; pero a partir del segundo o tercer año, Manuel Fariña quiso promocionar el arte nacional y decidió reproducir en las etiquetas obras de pintores españoles. Desde el año 2006 se convoca un concurso nacional de pintura y la obra ganadora se reproduce en la etiqueta de Pr1mero. Además de los 3.000 euros del premio, el artista ve su obra impresa en unas 150.000 botellas que recorren alrededor de 30 países.

Estas obras se exponen durante todo el año en la bodega, hasta el momento del concurso, en una zona donde conviven sin ningún problema con la antigua maquinaria que se usaba en el proceso de producción del vino.

Por eso, esta sala de exposiciones de la bodega es el lugar que mejor refleja la filosofía de la familia Fariña: los antiguos útiles del abuelo, Salvador Fariña, arropados por la modernidad que arrojan los cuadros que los rodean, y que bien podrían representar los nuevos tiempos de Manu, el nieto.

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