Cuando estás llegando a esta acogedora localidad de Zaragoza, lo primero que te llama la atención a ambos lados de la carretera son hectáreas y hectáreas de viñedo, salpicadas por alguna finca de frutales que se encuentra ahora a pleno rendimiento. Las cepas muestran un color verde intenso, señal de su buena salud y el suelo se ve perfectamente arado y limpio; las inmensas hileras de cepas se pierden en el horizonte sin encontrar el final.
El cultivo de la vid y la elaboración de vino es la principal actividad económica de Almonacid, y eso se nota en el cuidado que profesan a sus cepas y a sus campos. Los viticultores locales consideran que esta localidad es la cuna del vino. A pesar de tener censados alrededor de 600 habitantes, están ubicadas aquí unas 10 bodegas privadas y una cooperativa de viticultores, San Nicolás de Tolentino.
Las variedades de uva más habituales de Almonacid son la garnacha, el tempranillo, la cariñena y el vidalillo. También existen de forma minoritaria otras variedades de origen francés, que se impusieron hace años sustituyendo a las autóctonas, pero que están teniendo poco recorrido.
Una de las grandes ventajas que tiene esta localidad para el cultivo de la vid es el gran abanico de altitudes de sus terrenos. Existen viñedos entre los 450 y los 900 metros y eso les permite enclavar las variedades a las alturas más convenientes según su ciclo vegetativo, y ubicar las de ciclo más largo en las zonas más bajas y las de ciclo corto en zonas más altas.
El pasado 10 de junio, asistimos a la III Muestra de Bodegas y Vinos, organizada por las bodegas de la localidad bajo el slogan “Almonacid sabe”. Y ya lo creo que sabe…sabe a vinos estupendos, a dedicación plena a la cultura del vino y al respeto total por la naturaleza y por su entorno.
A lo largo de todo el día, fuimos conociendo, de la mano de los productores, sus viñedos, bodegas y vinos. Una jornada intensa pero muy interesante, en la que ni siquiera el intenso calor restó protagonismo a las cepas.
Vinos Ignius
Javier Sanz capitanea este proyecto, de una forma completamente personal, ayudado solo por algunos familiares. “Javier no vive de la bodega, más bien la bodega vive de Javier” con esta frase puede resumirse el empeño personal de su propietario por sacar adelante esta bodega, que su propietario cree que puede ser la más pequeña del mundo.
“Se trata de un proyecto de sostenibilidad en el medio rural, es una apuesta por el desarrollo rural y el hacer las cosas de una forma coherente, una filosofía de vida para alcanzar un producto que esté en esa misma línea, por eso todo tiene que estar alineado: el bodeguero, el viñedo y el producto final”. Esta filosofía de Javier consigue que “los vinos tengan alma”.
En Ignius tienen una producción de unos 35.000-40.000 kilos de uva, de los que se selecciona solo el 10%, y se hacen unas 3000 botella al año o incluso menos, según el año, pero siempre respetando la coherencia del proyecto. Siempre son vinos de 4, 5 o 6 años, ahora están sacando el de 2012. Todo su cultivo se realiza en ecológico, y además, ni clarifican ni filtran; lo mantienen un año en depósito, un año largo en barrica, vuelve al depósito para decantar otro año y luego un año más en botella así que en total unos 4 años, como mínimo.
Cooperativa San Nicolás de Tolentino
La cooperativa, con unos 80 socios, tiene unas 330 hectáreas de viñedo, de las que un 40% es tempranillo, el 30% garnacha, el 20% macabeo y el resto variedades tipo syrah, cabernet…y también algunas cepas de vidadillo y de cariñena.
Después de un fuerte bache que casi los hace desaparecer, la cooperativa está comercializando el vino a granel porque han puesto en marcha un proceso de reconversión del viñedo en ecológico, que se encuentra en su segundo año. Actualmente, están trabajando con una cooperativa más grande en la localidad de Cariñena, hasta que puedan vender sus vinos en ecológico.
La cooperativa tiene el 50% en espaldera y la otra mitad en vaso. La idea es dejar tres brazos equidistantes en cada cepa para mantener la aireación y evitar que unas uvas se toquen con otras. “Antiguamente había trabajo manual especializado, había podadores, injertadores, etc, hoy lo hace todo el propietario”, afirma Nicolás Aldea, presidente de la cooperativa y buen conocedor del campo. “En Almonacid algunos viticultores siguen usando el proceso de rayar la cepa, que consiste en quitar las hojas para facilitar la aireación; también se hace cuando está floreciendo para quitarle fuerza a la cepa y que se centre todo el potencial en la uva. Se sigue haciendo sobre todo en variedades como la garnacha que es más delicada en la floración”.
La cooperativa, que se creó en 1945, dispone de unos depósitos de alrededor de 40.000 litros; en este momento está actualizando las instalaciones para adaptarlas a las normativas requeridas por la administración. Tiene una producción de un millón y medio de kilos, aunque la bodega tiene capacidad para unos 5 millones de kilos, como máximo.
Viñedos y Bodegas Pablo
Esta bodega familiar está centrada en el cultivo de variedades autóctonas con clones propios. “Lo importante es la calidad no la cantidad” es la frase que podría resumir la filosofía de esta bodega, y por eso cuidan cada viña e incluso cada cepa como si de una joya se tratase.
Una de sus variedades más apreciadas es el vidadillo. “De este tipo de uva hay solo en el mundo alrededor de 35 hectáreas, y está todo en Almonacid, repartido entre el viñedo de las diferentes bodegas y también en la cooperativa de viticultores del pueblo. Para distinguirla es importante fijarse en los pámpanos, que están rallados, y en la uva que tiene un grano muy gordo”, nos explica José Pablo, gerente de la bodega junto con sus hermanos.
Al igual que el resto de bodegas de la zona, cultivan en ecológico, usando solo estiércol natural, feromonas para controlar la polilla, y azufre para el oidium. “El riego solo se usa cuando es necesario, a demanda de las cepas y dependiendo de la climatología. Cuando hay años de demasiada sequía es necesario controlar la humedad con el riego porque corremos el riesgo de sobremaduración y exceso de tanino”.
José Pablo cree que la cariñena es la variedad del futuro “se está comportando muy bien porque madura de forma excelente. Es una de las variedades con más futuro en la zona por su color, su ph y su maduración. Su altitud adecuada es por debajo de los 700 m porque por encima de estos metros no madura bien. Es una variedad de ciclo largo”.
Manuel Moneva e Hijos
José Manuel y Jesús dirigen ahora esta bodega que se encuentra ya en la cuarta generación. Su abuelo, a finales del siglo XIX, ya comercializaba su vino yendo en carro hasta Zaragoza, recorrido que tardaba en realizar tres días, porque tenía que hacer noche en la mitad del camino.
Hoy en día, Jesús y su hermano gestionan la bodega, respetando la tradición familiar pero adaptándose a las necesidades del momento. En su bodega contrasta la moderna nave de elaboración con su bodega subterránea, heredada de su abuelo y que conserva todo el sabor de antaño, con enormes cubas renegridas por la humedad y con nombre propio, lo que las confiere tanta personalidad como los vinos que albergan.
Su viñedo oscila entre los 10 y los 90 años de antigüedad, con uvas macabeo, mazuela, garnacha, tempranillo y syrah. El suelo es con poca profundidad, de grava calcárea y con mucho drenaje. “No se abona en exceso el terreno porque no se busca mucha producción sino buena calidad. Si hubiera necesidad de controlar alguna enfermedad de la uva muy agresiva, se estudiaría pero nuestra idea principal es el cuidado del medio. No tenemos riego porque no es necesario, intentamos evitar la sobreproducción” explica Jesús Moneva.
Uno de los secretos mejor guardados de esta bodega es que son los proveedores del vino de consagrar de la Basílica del Pilar (Zaragoza); su padre puso en marcha esta actividad que ahora continúan orgullosos los hermanos Moneva. Y otra de las tradiciones importantes de la bodega es beber vino de una teja: nadie que visita Moneva sale de allí sin probar ese extraordinario vino añejo, solo comparable con los olorosos de Jerez, escurriendo desde la enorme cuba a la boca del visitante a través de una teja.
Bodegas del Señorío
El sugerente nombre de esta bodega está en línea con lo exótico de su gestión: Iana Bespalko, rusa de origen pero afincada en Zaragoza, es la gerente y propietaria de estos viñedos desde 2013. Casi todos sus vinos son monovarietales, para ofrecer a los clientes un sabor completo de cada variedad. Iana sigue los parámetros de Almonacid, y prima la calidad sobre la cantidad; para conseguir este resultado los viticultores de la bodega contralan el rendimiento de cada cepa con el objetivo de obtener unos 2.5 ó 3 kilos de uva de cada cepa. Los trabajos en los viñedos se realizan regularmente, por ejemplo, en este momento, los viticultores de Bodegas del Señorío quitan de forma selectiva las hojas de la parte inferior de la vid con el fin de mejorar la aireación y la creación de un entorno favorable para la maduración de la uva, pero sólo de aquella parte, donde por la mañana en las uvas caen los rayos directos del sol.
Las hojas de las cepas de aquella parte, donde caen rayos más agostadores del sol, no se tocan ya que sirven para proteger la uva, lo que permite evitar sobremaduración de las granulas. Empiezan a vendimiar en las primeras y más frescas horas de la mañana (alrededor de las 4.30 o 5 de la mañana, dependiendo del año, teniendo en cuenta la altura donde se encuentran los viñedos) con el fin de obtener uvas frescas para evitar en adelante el inicio del proceso de maceración acelerada de la uva en los depósitos inoxidables. Habitualmente, frenan el inicio de la maceración en los depósitos durante tres días, manteniendo así toda la frescura de la uva, excelente aroma y sabor de fruta en el vino.
En cuanto a sus vinos, Bodegas del Señorío tiene una línea clásica y marcas comerciales que ya existían a lo largo de décadas antes de la adquisición de la bodega por Iana. Hoy en día, esta línea de vinos ha sido mejorada y está representada en los mercados vinícolas con una nueva imagen. Actualmente, han lanzado una nueva marca comercial, llamada Yañoría, para los vinos de alta gama que tienen su propio y moderno estilo de elaboración, y una tercera línea, en colaboración con un director de cine ruso muy conocido, que lleva su firma, como una colección exclusiva de gama alta que se llama Midsummer.
¡No dejéis de visitar Almonacid de la Sierra y de conocer sus vinos y a sus productores!
Si tuviéramos que resumir en pocas palabras lo que vimos en esta jornada, sin duda sería DEDICACIÓN Y PASIÓN. ¡Enhorabuena a todos!