Una hemina, además de una antigua medida de superficie y volumen usada en Castilla y León, era también la ración diaria de vino que podía beber un monje, el equivalente a unos 270 ml, aproximadamente. Por suerte, ya no tenemos que racionar el vino que consumimos y podemos disfrutar de él sin más límites que los que nos impone nuestra propia conciencia (ya saben, consumo con moderación siempre).
Uno de los “culpables” de que Ribera del Duero sea una de las zonas más reconocidas de los vinos españoles son los monjes del Císter (siglo XI), que vinieron de Borgoña (Francia) buscando terrenos adecuados para plantar viñas y elaborar vino. Se asentaron en el monasterio de Santa María de Valbuena, justo a orillas del Duero, y allí comenzaron el trabajo en las viñas. Su gran labor es la semilla de lo que actualmente consideramos viticultura.
Pero los tiempos avanzan, y aquella semilla ha ido adaptándose al paso de los siglos para elaborar los mejores vinos. Así, Bodegas Emina ha tomado su nombre de aquella hemina que bebían los monjes y ha modernizado todos los procesos hasta conseguir unos vinos con la menor intervención posible y con el máximo cuidado por el entorno.
La bodega
Las instalaciones de Emina en Valbuena de Duero (Valladolid) fueron concebidas para asegurar el máximo partido posible de los recursos naturales. Los grandes ventanales del edificio permiten su uso sin apenas gastar luz artificial, la sala de barricas está orientada de tal manera que se optimice al máximo el tiempo exterior, la canalización de las aguas fluviales (no va a la depuradora para evitar el exceso de consumo energético), la instalación de una caldera de biomasa, entre otras cosas, son algunos de los ejes principales de la sostenibilidad de la bodega ribereña.
Emina fue pionera en calcular la huella de carbono de sus productos en 2010, haciendo el cálculo con cada botella de vino. De esta forma pueden saber los gases nocivos que emiten desde el viñedo hasta la distribución, actuando en aquellos puntos críticos que se detecten. Hoy en día han conseguido reducirla en un 50%.
Otro aspecto en el que la bodega fue visionaria es en la instalación de sistemas de energía renovables: según Industria de la Junta de Castilla y León, Emina fue la primera en contar con placas fotovoltaicas para su autoconsumo en 2017. Actualmente, supera el 15% de energía solar y, si sumamos otros sistemas de producción, el autoconsumo llega al 50%. Además, la energía que emplean de la red eléctrica nacional, también procede de renovables, con certificado de origen del proveedor. “Es la bodega más tecnológica y más puntera del mundo”, afirma Carlos Moro, presidente de la bodega.
El campo
La tierra, las cepas y su labor son los pilares fundamentales para conseguir un buen vino. En Emina lo tienen claro y miman la tierra y las plantas con el máximo cuidado. Se realizan estudios y análisis constantes para conocer cada parcela y cada varietal, intentando potenciar sus cualidades.
La agricultura integrada es su sistema de trabajo, permitiendo que las cepas y la tierra “hablen” y soliciten aquello que necesitan. Para conseguirlo, han instalado sensores que indican las condiciones de ambos y que, complementados con instalaciones meteorológicas, arrojan una información muy valiosa para conseguir que las plantas crezcan entre algodones. Las plantas y el suelo dicen si es necesario modificar el riego, si hay que usar fitosanitarios, si es aconsejable arar la tierra más o menos, si hay peligro de plagas…”Nos adecuamos a lo que pide la planta y el campo en cada ocasión para obtener la mejor materia prima de la forma más eficiente posible. Hasta el bombeo del agua de riego se hace con energías renovables”, afirma María Sevillano, responsable de Medio Ambiente de Bodegas Emina.
La elaboración
Todos los procesos de elaboración de cualquier producto pueden mejorar en sostenibilidad. Eso resulta sencillo de decir pero difícil y costoso de hacer, tanto que en ocasiones puede pasar facturas no deseadas. Tal es el caso de la reducción del peso en las botellas de vidrio que Emina usa para sus vinos. “Al analizar la huella de carbono nos dimos cuenta de que el peso de las botellas era uno de los puntos críticos que necesitábamos mejorar y trabajamos a fondo este tema”-dice María Sevillano– “ahora es algo habitual pero en aquel momento fue difícil hacer entender al proveedor nuestras necesidades. Y en algunos países, como en China, no estaba bien visto que la botella fuera ligera, seguían apostando por vinos con botellas más pesadas”.
El aprovechamiento de todos los recursos disponibles es casi una obsesión en Emina, por eso han instalado un “sistema de recuperación del CO2 que se produce en la fermentación del vino y que permite realizar los remontados cuando el mosto está en los depósitos sin usar energía adicional, solo con el gas que produce la fermentación de manera natural”, afirma Carlos Moro.
Uno de los proyectos estrella en la parte de elaboración del vino es el que llaman Proyecto de San Bernardo. “Consiste en analizar en todas las parcelas los tipos de suelos, el clima, los injertos, las levaduras autóctonas…Conseguimos enormes cantidades de información que almacenamos en nuestro sistema informático y que nos facilita tomar decisiones importantes en momentos críticos del cultivo y de la elaboración del vino. Este proyecto está muy ligado al concepto de “terroir” y nos permite establecer la trazabilidad de todos nuestros productos, botella a botella”, nos cuenta Verónica Pareja, enóloga de Emina.
La innovación
El departamento de I+D de Bodegas Emina es uno de los más fuertes. “Hace un tiempo patentamos el Eminol, un extracto de uva con alto contenido en polifenoles que es muy utilizado en cosmética, gastronomía y en la industria alimentaria”, nos explica Carlos Moro.
Otro de los grandes proyectos de innovación de Emina es su vino sin alcohol. “Para elaborar esta gama de vinos utilizamos la deconstrucción molecular, es decir, una técnica por la que se separan los componentes del vino para reducir el alcohol; de esta forma, el vino no pierde sus cualidades. Este método fue muy rompedor en aquel momento, tanto que nuestros vinos sin alcohol no encontraban cobertura en la legislación europea porque en ese momento no existía nada similar. Hasta 5 años después la Unión Europea no aprobó esta práctica enológica desarrollada por Emina. Y por fin, en diciembre de este año, la nueva PAC incluirá el vino sin alcohol”.
Emina Emoción
Todo este compromiso de Bodegas Emina con el medio ambiente se ha plasmado en su proyecto Emina Emoción, que recoge la vocación de la marca por incluir en cada botella vinos excelentes respaldados por su firme compromiso con la sostenibilidad.
Y la guinda de todo el proyecto es su nuevo vino Emina Emoción, lanzado al mercado el pasado 25 de marzo; es un vino de autor que recoge en su esencia la calidad, la innovación, la digitalización y la sostenibilidad. Un vino puro, tradicional y moderno a la vez, elaborado con uvas seleccionadas de la zona de Valdebaniego. Gracias a una triple vendimia se selecciona una uva de calidad superior, sin enmascarar ningún sabor ni olor propio de la variedad.
Bodega Emina conjuga los valores tradicionales de la elaboración vitivinícola con los conocimientos actuales, lo que lleva a este vino a realizar su fermentación y maceración en depósitos de acero inoxidable, para después reposar durante 16 meses en barricas de roble francés y terminar acunado en su botella durante el tiempo necesario para que los taninos se redondeen y le aporten esa elegancia sin picos ni aristas que proporciona un sabor prolongado y un gran recuerdo, al igual que las emociones.
El futuro
La concienciación de Bodegas Emina con la sostenibilidad y el medio ambiente no termina aquí, porque quieren seguir avanzando en todas las novedades que la tecnología ponga a su alcance. “Tenemos entre manos un nuevo proyecto muy interesante y sostenible, pero creo que ya he hablado demasiado, así que os lo contaremos más adelante…” afirma con un guiño Julio Pinto, director general de la bodega.